Un packaging es mucho más que un envoltorio: es una historia que se nota, es anticipar el producto a través de los ojos, es hablar al oido de nuestros clientes. Toda esa energía emocional se transmite en una décima de segundo y casi a nivel subliminal. Es la diferencia entre ser elegido o pasar desapercibido. Es un desafío único… que nos apasiona resolver.
El packaging es una herramienta de marketing de un valor incalculable, no solo actúa como mero contenedor del producto que vamos a comprar si no que también juega un papel fundamental en la tangibilización de la experiencia de marca.
El objetivo principal del packaging es impactar de manera positiva en nuestro negocio, por lo tanto, tiene una gran responsabilidad al ser un gran representante de la marca. Para conseguir un efecto positivo, el packaging tiene que conectar con lo que quiere el consumidor y sus motivaciones, ofrecer algo que les sea diferente y aportar un significado en su vida.
Las reacciones emocionales
Cuando nos encontramos ante un producto, nuestro sistema cerebral clasifica el estímulo que le produce. Esta reacción emocional es rápida y automática, y se registra en nuestros
sistemas de memoria junto con el estímulo que lo provocó. Cada vez que nos encontramos con el mismo producto, el cerebro activa la misma reacción fisiológica, incluso si no somos conscientes de ello.
Si nos encontramos ante una elección entre dos productos competidores, la decisión se suele tomar desde la base racional que tenemos de cada uno de ellos, pero las respuestas emocionales, a menudo prevalecen ante el razonamiento para impulsar nuestro comportamiento.
El 85% de los consumidores aseguran que el momento en el que están frente a la góndola es en el que deciden su compra.